lunes, 20 de julio de 2009

BREVE HISTORIA DE LA PEDAGOGÍA

ORIGEN Y DESARROLLO DE LA EDUCACIÓN



Claudio Monge Pereira




Se me solicita, para una Jornada de Reflexión acerca de la posible dicotomía entre Pedagogía y Ciencias de la Educación, que esboce mi posición al respecto. El título de la Jornada es: “Pedagogía Vs. Ciencias de la Educación”. Cuando acepté la participación pensé inmediatamente en aquel asunto del huevo y la gallina, y obviamente, en cuál orden los debemos colocar. Ya el solo hecho de pensarlos enfrentados es, en alguna medida, perverso o distorsionado; me refiero a la Pedagogía y a la Educación; y es que el asunto de enfrentarlos es caer en la trampa ideológica de la visión pragmática de la polémica. No podríamos pensar en ninguna de las dos cosas sin desentendernos de la ideología y de la política. Ideología como falsa conciencia o como simple sistema de valores. Política como ciencia para gobernar sabiamente o como farsa para engañar a los demás y auto - privilegiarse. Y tampoco se puede dejar de lado la Economía; como simple aritmética o como sistema que discrimina descaradamente a los pobres por un lado, o que pretende socializar los bienes por otro para el bienestar de las mayorías. Por tales motivos no nos referiremos al supuesto enfrentamiento, sino que más bien lo haremos acercándonos a la esencia del origen de ambos términos y a su significado verdadero e histórico.
Quizá valga la pena remontarse al viejo Imperio Romano para recordar que el origen de la Educación, de la Escuela y de la Profesión Docente, está indisolublemente ligado al poder hegemónico de una clase social cuya concepción de mundo le posibilitaba aceptar el dolor de las mayorías como la más natural de las realidades. Son precisamente sus emperadores los que comprenden a cabalidad, en este caso ideológica y políticamente, la necesidad de fundar una institución y una profesión que legitimara y consolidara una práctica que les había deparado solamente privilegios y granjerías. Tenemos entonces que la educación sistematizada nace como una necesidad clasista para consolidar un poder imperial cuya esencia era la explotación y el crimen de los más necesitados; valga decir sin tapujos, los pobres: siervos, esclavos, colonos y artesanos. Pero lo mismo se puede decir de los griegos y de su sistema esclavista; aquellos mismos cuyos “aportes” a la educación especial fueron tan elocuentes, que se manifestaban mediante el único y simple hecho de lanzar por los riscos y precipicios a todos aquellos seres humanos que venían a este mundo con alguna discapacidad. Para un estado totalitario – “democrático”, cuyo fin era la búsqueda de la belleza física y espiritual, un ciego o un cojo estaban de más.
Los faraones egipcios utilizaban el producto del conocimiento para justificar sus crímenes y su genocidio, consolidando así su poder absoluto sobre las enormes masas de pobres; cuya ignorancia calculada le deparaba a los gobernantes jugosas ganancias y ocio ensangrentado.
Así visto este asunto, tenemos que la educación sistemática, la escuela y la profesión docente, son productos de una economía, de una ideología y de una política que las concibió para consolidar y reproducir el poder clasista y la hegemonía de grupos minoritarios. Como tales, nacen entonces para cumplir con funciones muy claras y precisas en la sociedad; funciones que harán que en la práctica unos sean explotados y otros explotadores. Por lo anterior es que afirmamos, como lo han hecho muchos estudiosos de este hecho, que la Educación, entre otras funciones, cumple fundamentalmente con las siguientes: la Ideológica, la Política, la Económica, la Cultural y la Social.
La primera será para reproducir su sistema de valores, la segunda para consolidar su sistema organizacional, la tercera para formar sus cuadros técnicos y profesionales, la cuarta para seleccionar la cultura que le es útil a ellos y la quinta para sojuzgar; o en términos del ex presidente de la República, Figueres Ferrer : “ Para domesticar”.
Y es que incluso el término Pedagogía nace ligado a un quehacer de explotación, porque no se nos olvide que en la Grecia esclavista, el Pedagogo era aquel esclavo doméstico cuya misión consistía en acompañar a los niños de los esclavistas (libres y “democráticos) a los gimnasios y liceos. Es decir, el Pedagogo (del griego paidos-agogeim) era un esclavo que cuidaba las espaldas de los hijos privilegiados y libres para garantizar su seguridad. Especie de guardaespaldas o chaperón, simplemente.
Acotamos estas cosas porque cualquier reflexión que se realice acerca de esta temática, si se hace al margen de la rigurosidad histórica, correría el riesgo de ser una mera calistenia para congresos.
Precisamente desde nuestra óptica particular, ese ha sido el pecado capital de la mayoría de las reflexiones que se realizan acerca de la Educación; y a tal extremo que eso motivó al connotado pedagogo argentino Gustavo Cirigliano para escribir su célebre “Fábula de los Cerdos Asados”; en la cual afirma entre otras cosas que lo que falta en las reflexiones pedagógicas oficiales es “sentido común”. De aquí la necesidad de reunir congresos, asambleas, talleres, jornadas, entre otros, para elucubrar acerca de la necesidad de cambiar una práctica social, que a todas luces, no se puede transformar si no se aborda estructuralmente.
Pensemos por un momento en los centenares de congresos de educadores de este país tan chico, y evaluemos las propuestas teóricas y prácticas que se le han hecho al Magisterio Nacional y a las Universidades; descubriremos que a lo sumo se ha dado una repetición de ocurrencias y de citas; las más de las veces, trilladas por el abuso. Y aseguramos lo anterior por cuanto esos encuentros se dan íntimamente ligados a las preferencias políticas y al oportunismo gremial. Y en el caso de las universidades, suele suceder, que se dan las reflexiones como un eslabón más en la larga cadena de especulaciones para las futuras publicaciones con meras intenciones salariales.
Afirma Guillermo García que la Educación es una Práctica Social, porque por medio de un proceso determinado se transforma una materia prima que recibimos, supuestamente inacabada, y le entregamos a la sociedad un producto final diferente y supuestamente acabado. Para este pedagogo la Educación se da en tres niveles; a saber: A) en el nivel de Hecho, que abarca todos aquellos acontecimientos que circundan la vida y el accionar de los seres humanos en sus relaciones sociales cotidianas; es decir, son aquellos aprendizajes y aquellas enseñanzas significativas que se dan al margen de cualquier sistematicidad. B) en el nivel de Propósito, y como la acepción lo indica, son todas aquellas experiencias que se planifican y ejecutan para cumplir con metas y objetivos previamente establecidos; concretamente, es la educación que se da en instituciones que fueron creadas para esos propósitos y que es impartida por especialistas que adquirieron ese derecho por medio de un certificado; que las más de las veces, es un certificado de poder para el dominio de supuestos “ignorantes”. Y C) en el nivel de Reflexión, entendiendo este tercer nivel como la ejercitación epistemológica que se realiza acerca de las particularidades de los niveles anteriores para producir Teoría acerca de ellos; lo cual conduce inevitablemente a la formulación de cuerpos pedagógicos que se convierten en paradigmas para el fortalecimiento científico de nuestros quehaceres. En concreto, para García, hacer educación al nivel de reflexión, es hacer Pedagogía. Especular sobre los niveles Ay B es producir cuerpo pedagógico.
Si tomáramos como acertada la posición de este estudioso, podríamos concluir que nadie ligado a la educación se escapa de realizar en determinado momento teoría pedagógica; aunque nunca la llegue a formular por escrito como propuesta concreta.
Francisco Gutiérrez prefiere proponernos la educación como una práxis política, entendiendo política como la necesidad de tomar partido frente a la realidad concreta de la Humanidad. En este caso, la práxis nos remite a la relación dialéctica entre práctica y teoría; es decir, que siempre la teoría será el producto de una práctica reflexionada y toda práctica será la resultante de la aplicación de alguna teoría o reflexión. En este sentido, asumimos la educación como un hecho o un acto social concreto e histórico, para el ser humano y por el ser humano; para liberarlo o para esclavizarlo, para desatarlo o para manipularlo. Educarse es politizarse e ideologizarse, es tomar partido en la connotación que señaláramos anteriormente. De tal manera, la educación será liberación y esperanza, o esclavitud mental y laboral.
Freire se refiere a la educación como a una práctica liberadora y humanista, y practicar la libertad es educar al hombre en el amor, la solidaridad y la esperanza. La pedagogía es una propuesta teórica multilateral que promueve la felicidad del ser humano a través de la educación: es profunda transformación individual y colectiva.
En Costa Rica, ya en los años veinte, la joven maestra normalista Luisa González, conjuntamente con Carmen Lyra, entendían que la educación es un acto liberador por medio del cual manifestamos nuestro amor hacia la Patria; afirmaban que la Pedagogía, más que un cuerpo teórico más o menos coherente, debería ser una Guía para la acción que rompa los esquematismos y los reduccionismos mentales que promueve la sociedad del egoísmo. La Pedagogía es la teoría que surge del conocimiento de las realidades sociales y concretas del sistema educativo en todos sus ejes y componentes, que le sirve al educador para orientar su quehacer cotidiano, dentro y fuera del aula. La Pedagogía entonces, no es sólo un asunto que se practica dentro de cuatro paredes; es un asunto de utopías y de incertidumbres.
Si el espacio lo permitiera, quizá podríamos demostrar que todos nuestros más insignes y preclaros próceres de la educación nacional, tuvieron muy clara la diferencia entre la educación y la pedagogía; y en su práctica cotidiana demostraron con acciones claras y concretas sus delimitaciones. La educación para ellos era el acto concreto de las aulas, social y humanista, político e ideológico, acto concreto en el cual se puede echar mano a los más diversos métodos y técnicas para informar y formar al ser humano integralmente. La pedagogía la consideraban una ciencia que teoriza por su propio camino acerca del hecho educativo y propone ideas aisladas o cuerpos de ideas sistemáticas para comprender ese fenómeno y enrumbarlo por caminos predecibles y conscientes.
Omar Dengo, por ejemplo, afirmaba vehementemente que la educación no podría ser jamás como el vientre de una mula, porque esa educación no es capaz de dignificar ni concebir nada. Nótese, en esta analogía, que el maestro clamaba por una educación como proceso de liberación y de esperanza, una educación como sinónimo y expresión de vida. Se puede inclusive especular acerca de una concepción de la educación deificadora, capaz de concebir vida positiva y perfectible: dar a LUZ.
El célebre Emile Durkheim afirmó, hace más de cien años: “ La educación es la socialización de las jóvenes generaciones a través de la experiencia de las generaciones adultas”, es decir; la educación es el hecho social concreto de transmitir la información que las generaciones mayores han acumulado y sistematizado para que las nuevas la asimilen y la adopten. Y “ la Pedagogía, afirmaba, es completamente distinta. No consiste en actos sino en teorías. Tales teorías son modos de concebir la educación, no modos de practicarla. Así, la educación no es otra cosa que la materia de la pedagogía. Esta consiste en determinada manera de reflexionar sobre los asuntos de la educación.” (citado por Lemus, op. cit. Pág, 17) Vemos pues, que desde tiempos bastante distantes, los estudiosos del hecho educativo diferenciaban ambos actos, si se quiere de una manera bastante didáctica; no los enfrentaban.
Para Antón Semiónovich Makárenko, la educación es un hecho social concreto, el cual se ejecuta lejos de las abstracciones metafísicas, y debe servir para organizar al ser humano y ayudarlo a integrarse positivamente a la sociedad, para construir el progreso de todos. Su Poema Pedagógico es una teoría sobre la educación que canta al ser humano integral, ligado a la sociedad y luchando por humanizarla y transformarla en un emporio de justicia. La Pedagogía es, entonces, auto - revolución y revolución.
El maestro ucraniano Vasili Sujomlinski, en su obra “Mi corazón es para los niños”, clama por una educación que sea un acto de amor; amor real por lo que hacemos, y, fundamentalmente, hacia quienes de manera temporal son nuestros discípulos. La pedagogía para él es la expresión teórica y formulativa de un ideario que le sirva al educador de guía orientadora para liberar al niño y al joven; y en ellos, al hombre del mañana concreto y certero; del mañana previsible.
Lemus indica lo siguiente: “Por pedagogía se entiende el estudio intencionado, sistemático y científico de la educación; es decir, la disciplina que tiene por objeto el planteo, estudio y solución del problema educativo. También puede definirse como el conjunto de normas, principios y leyes que regulan el hecho educativo sistemático.” (pág.17)
“Existe, afirma el mismo autor, marcada diferencia entonces entre los términos educación y pedagogía, aquel se refiere a la acción de educar y este a la disciplina que se ocupa del estudio del hecho educativo; el objeto de la pedagogía es la educación. Aún cuando el hecho de la educación es anterior a la pedagogía, esta sirve a aquella de guía y le imprime carácter científico cuando sigue sus normas y cumple sus principios metodológicos. La educación es una actividad práctica y la pedagogía es una actividad teórica; aquella realiza el hecho educativo y ésta especula sobre él. Sin la existencia de la educación no habrá pedagogía posible, pero sin la pedagogía aquella no podría tener significado científico.” (pág.17)
Ahora bien, vale la pena formularnos esta pregunta: ¿ Para qué es importante dilucidar si debemos hablar de ciencias de la educación o de pedagogía, si la práctica, como criterio de verdad, nos indica que es precisamente en las Escuelas de Educación donde se rehuye la reflexión abierta y objetiva? Es en las Facultades de Educación donde se han venido construyendo nichos del saber disgregados y dispersos, que impiden un acercamiento crítico al estudio de todos los aportes hechos a este campo.
La Pedagogía es cambio: ¿ Estamos dispuestos a cambiar algo de lo que hacemos? ¿ Podremos sacrificar algo de lo que nos apasiona y nos enceguece subjetivamente, en aras de un acercamiento realmente científico a nuestro objeto de estudio? ¿ Podremos algún día decir nuestra verdad sin temor a perder las amistades o a ver caras largas por algunas semanas?, ¿ Queremos cambiar?, ¿ Podemos cambiar?, ¿ Habrá aún tiempo para el cambio?, ¿Podremos re – pensar y re – reflexionar nuestro quehacer para re – plantearlo a favor de la Justicia; que al fin y al cabo significa Paz ?
Afirmaba Vinoba Vabhe, una insigne y legendaria maestra de la India, que en Occidente los educadores más que educar manipulamos a nuestros estudiantes; porque le tenemos pánico a los cambios y sobre todo a la inminencia de que algún buen día, el discípulo nos supere. Dice que en Occidente las casas cuando se van a construir ya llevan dos espacios ineludibles; uno para el botiquín y otro para la biblioteca. El primero porque nos enfermamos mentalmente antes que nada, y el segundo, porque el alma se nos ha enfermado de tal manera que buscamos la verdad sólo en los libros; cuando lo cierto es que la verdad nos circunda cotidianamente y no la vemos. Con un sistema educativo así, sólo podremos engendrar súbditos acríticos y sumisos; y en tales circunstancias, el partidario mediocre siempre desplazará al adversario competente.
Quizá para ir concluyendo esta reflexión, valga la pena recordar a Monseñor Iván Illich, educador y pedagogo de mil batallas. En su obra, “El capitalismo del saber” nos asegura que la educación se parece cada día más a una nueva religión, que la escuela es una especie de nuevo templo y que el educador es un nuevo gurú que se interpone por lo general entre la luz de la verdad y el deseo de los educandos por atraparla. Hemos hecho de la educación una nueva religión, fuera de la cual no tenemos salvación; algo así como la fe de bautismo para los conquistadores. Dice Illich que los políticos de los diversos partidismos se han encargado de vendernos a los educadores dos ideas: Por un lado nos ofrecen la Torre de Babel de Rusia, con toda su multiplicidad, su misterio y su debilidad; y por otro nos tienden el Egipto de los Estados Unidos, con todos sus supuestos encantos, sus tesoros ocultos y sus lacras. Nuestros educadores en América Latina a menudo caen en la trampa ideológica de esos ofrecimientos, y por eso es frecuente encontrarlos muy emocionados a favor de alguno de esos paradigmas, o por el contrario, apáticos, vencidos y sumidos en la desesperanza. Pero Illich nos da una tercera opción, que es lo que él denomina, “el camino del desierto”; este es el camino de la confrontación y del choque contra aquellos que han pretendido y pretenden hacer de la educación un emporio de la sumisión y de la esclavitud. Es el camino de las dificultades. El desierto es el sinónimo de las condiciones más duras y más inhóspitas. Es metérsele en el camino a las víboras de la indiferencia y de la manipulación. “ Porque sólo escoge el camino del desierto, aquel que ya fue liberado ”, asegura Illich.
No es entonces la Pedagogía frente a las Ciencias de la Educación en realidad, es la educación como objeto de estudio de la Pedagogía; es la educación como un acto de amor al que nos entregamos en cuerpo y alma; y es la Pedagogía como el cuerpo teórico que nos ayuda a comprender ese amor y a practicarlo sin causarle dolor a nadie.
Mi hijo menor, siendo muy pequeño aún y debido a su afición por los dinosaurios, me explicó hace mucho tiempo que las aves descienden de los reptiles; que entonces fue primero el huevo que la gallina, pero que en realidad eso no importaba porque tanto uno como el otro se pueden digerir.
¿Se beneficiará alguien, si los educadores nos pasamos media vida profesional en toda clase de encuentros tratando de dilucidar quién es quién y desde cuándo, pero sin aterrizar?, ¿A quién, verdaderamente conviene, así planteada, esta polémica ?
La educación en verdad, es un asunto de tal complejidad, que hoy día podría aceptarse que proceden tanto la Pedagogía como las Ciencias de la Educación. Lo realmente significativo, en este sentido, es aceptar que por la propia inercia de los pedagogos, otras disciplinas profesionales han “invadido” con buen suceso nuestra esfera de acción y reflexión; desplazando en alguna medida al Magisterio del protagonismo necesario y urgente. En este caso, podría afirmarse sin egoísmo: cada uno a lo suyo y todos a lo de todos.
La definición más sencilla de utopía que conocemos es aquella que la compara con la línea del horizonte: está ahí enfrente, no sabemos a qué distancia; pero ahí está esperándonos. Para alcanzarla sólo se debe avanzar y desearla con pasión. Aunque después de mucho andar descubramos que aún no hemos arribado…que ella está aún más allá de nuestras posibilidades, pero que se pude alcanzar luchando.
En Talamanca existe el árbol de chonta, que es un árbol maravilloso; tan maravilloso que cuando los más altos y poderosos le tapan la luz, él va desplazando sus raíces hacia los lados como si fueran pies y se traslada de lugar. Su lucha es silenciosa. Su premio es la conquista de la luz.
En griego la palabra entusiasmo significa llevar un Dios por dentro; en tal sentido, el reto verdadero de los maestros y de las maestras ha sido, es y será, descrucificarlo y liberarlo; para que ya sin cadenas ni ataduras, camine victorioso por las aulas y fuera de ellas.


San Isidro de Heredia,
1990

1 comentario:

Carla Cecilia Cejudo de la Vega dijo...

Muchas gracias por este atinado resumen que nos sirve a todos aquellos interesados en la educación.

Carla Cecilia Cejudo