lunes, 24 de agosto de 2009

¡UBÚNTU!

¡Ubúntu!

Claudio Monge Pereira

En africano, UBÚNTU es un vocablo que significa mucho: todos formamos parte de una RED, somos alguno de los hilos con que ella fue tejida. Lo que le pase a la RED le pasa a todos sus hilos. Su suerte es la misma. Lo que suceda con un hilo, bueno o malo, afectará a todos los demás hilos. Su accionar beneficia o perjudica a todo el colectivo. Lo que haga cada uno ayuda o afecta a la Comunidad…construye o destruye: Todos somos UBÚNTU en la trama de la VIDA. Fuimos creados a imagen y semejanza de quien nos concibió. Jehová, Yavhé…nuestro Dios, nos creó perfectos. Jesús, nuestro Salvador, llamó a sus Apóstoles a ser perfectos como Dios. Y todos podemos ser sus Apóstoles. Un APOSTOL es un HILO de esa RED perfecta tejida por nuestro DIOS. Todos podemos ser UBÚNTU. Lo bueno que yo haga te beneficia. Lo malo te perjudica. Y a la inversa también sucede lo mismo. Si actúas incorrectamente afectas la trama de la Vida y me dañas. Si lo haces bien, me ayudas a mí y a todos los seres que habitamos en esta Tierra. Somos hilos tejidos siguiendo el Diseño Perfecto. Si fallamos debilitamos toda la Trama. Nuestro buen quehacer fortalece la Vida. La RED es VIDA :
¡ UBÚNTU ! Mi bastón te sirve a ti y tu sandalia me sirve a mí. Tu risa me alegra y tus lágrimas me afectan negativamente si son de tristeza o dolor. Tus pasos firmes ayudan a consolidar el camino. Mis huellas deben servir para señalarte el sendero. Somos Unidad Indisoluble. Glóbulos de un mismo torrente. Raíces de un mismo árbol. Semillas de un mismo fruto. Corteza de un mismo tronco. Nubes de un mismo cielo. Estrellas de un firmamento que nos ilumina. Somos una RED. Somos UBÚNTU: Raíces, tronco, ramas, hojas y frutos de un mismo árbol. Somos sabia de un único torrente. Células y moléculas de un mismo cuerpo físico o social. Arenas de un mismo desierto o hierbas medicinales de un mismo bosque. Aguas de un Río Indisoluble y piedras de un Cauce Único: ¡Somos UBÚNTU!

San Isidro, Heredia.

lunes, 20 de julio de 2009

BREVE HISTORIA DE LA PEDAGOGÍA

ORIGEN Y DESARROLLO DE LA EDUCACIÓN



Claudio Monge Pereira




Se me solicita, para una Jornada de Reflexión acerca de la posible dicotomía entre Pedagogía y Ciencias de la Educación, que esboce mi posición al respecto. El título de la Jornada es: “Pedagogía Vs. Ciencias de la Educación”. Cuando acepté la participación pensé inmediatamente en aquel asunto del huevo y la gallina, y obviamente, en cuál orden los debemos colocar. Ya el solo hecho de pensarlos enfrentados es, en alguna medida, perverso o distorsionado; me refiero a la Pedagogía y a la Educación; y es que el asunto de enfrentarlos es caer en la trampa ideológica de la visión pragmática de la polémica. No podríamos pensar en ninguna de las dos cosas sin desentendernos de la ideología y de la política. Ideología como falsa conciencia o como simple sistema de valores. Política como ciencia para gobernar sabiamente o como farsa para engañar a los demás y auto - privilegiarse. Y tampoco se puede dejar de lado la Economía; como simple aritmética o como sistema que discrimina descaradamente a los pobres por un lado, o que pretende socializar los bienes por otro para el bienestar de las mayorías. Por tales motivos no nos referiremos al supuesto enfrentamiento, sino que más bien lo haremos acercándonos a la esencia del origen de ambos términos y a su significado verdadero e histórico.
Quizá valga la pena remontarse al viejo Imperio Romano para recordar que el origen de la Educación, de la Escuela y de la Profesión Docente, está indisolublemente ligado al poder hegemónico de una clase social cuya concepción de mundo le posibilitaba aceptar el dolor de las mayorías como la más natural de las realidades. Son precisamente sus emperadores los que comprenden a cabalidad, en este caso ideológica y políticamente, la necesidad de fundar una institución y una profesión que legitimara y consolidara una práctica que les había deparado solamente privilegios y granjerías. Tenemos entonces que la educación sistematizada nace como una necesidad clasista para consolidar un poder imperial cuya esencia era la explotación y el crimen de los más necesitados; valga decir sin tapujos, los pobres: siervos, esclavos, colonos y artesanos. Pero lo mismo se puede decir de los griegos y de su sistema esclavista; aquellos mismos cuyos “aportes” a la educación especial fueron tan elocuentes, que se manifestaban mediante el único y simple hecho de lanzar por los riscos y precipicios a todos aquellos seres humanos que venían a este mundo con alguna discapacidad. Para un estado totalitario – “democrático”, cuyo fin era la búsqueda de la belleza física y espiritual, un ciego o un cojo estaban de más.
Los faraones egipcios utilizaban el producto del conocimiento para justificar sus crímenes y su genocidio, consolidando así su poder absoluto sobre las enormes masas de pobres; cuya ignorancia calculada le deparaba a los gobernantes jugosas ganancias y ocio ensangrentado.
Así visto este asunto, tenemos que la educación sistemática, la escuela y la profesión docente, son productos de una economía, de una ideología y de una política que las concibió para consolidar y reproducir el poder clasista y la hegemonía de grupos minoritarios. Como tales, nacen entonces para cumplir con funciones muy claras y precisas en la sociedad; funciones que harán que en la práctica unos sean explotados y otros explotadores. Por lo anterior es que afirmamos, como lo han hecho muchos estudiosos de este hecho, que la Educación, entre otras funciones, cumple fundamentalmente con las siguientes: la Ideológica, la Política, la Económica, la Cultural y la Social.
La primera será para reproducir su sistema de valores, la segunda para consolidar su sistema organizacional, la tercera para formar sus cuadros técnicos y profesionales, la cuarta para seleccionar la cultura que le es útil a ellos y la quinta para sojuzgar; o en términos del ex presidente de la República, Figueres Ferrer : “ Para domesticar”.
Y es que incluso el término Pedagogía nace ligado a un quehacer de explotación, porque no se nos olvide que en la Grecia esclavista, el Pedagogo era aquel esclavo doméstico cuya misión consistía en acompañar a los niños de los esclavistas (libres y “democráticos) a los gimnasios y liceos. Es decir, el Pedagogo (del griego paidos-agogeim) era un esclavo que cuidaba las espaldas de los hijos privilegiados y libres para garantizar su seguridad. Especie de guardaespaldas o chaperón, simplemente.
Acotamos estas cosas porque cualquier reflexión que se realice acerca de esta temática, si se hace al margen de la rigurosidad histórica, correría el riesgo de ser una mera calistenia para congresos.
Precisamente desde nuestra óptica particular, ese ha sido el pecado capital de la mayoría de las reflexiones que se realizan acerca de la Educación; y a tal extremo que eso motivó al connotado pedagogo argentino Gustavo Cirigliano para escribir su célebre “Fábula de los Cerdos Asados”; en la cual afirma entre otras cosas que lo que falta en las reflexiones pedagógicas oficiales es “sentido común”. De aquí la necesidad de reunir congresos, asambleas, talleres, jornadas, entre otros, para elucubrar acerca de la necesidad de cambiar una práctica social, que a todas luces, no se puede transformar si no se aborda estructuralmente.
Pensemos por un momento en los centenares de congresos de educadores de este país tan chico, y evaluemos las propuestas teóricas y prácticas que se le han hecho al Magisterio Nacional y a las Universidades; descubriremos que a lo sumo se ha dado una repetición de ocurrencias y de citas; las más de las veces, trilladas por el abuso. Y aseguramos lo anterior por cuanto esos encuentros se dan íntimamente ligados a las preferencias políticas y al oportunismo gremial. Y en el caso de las universidades, suele suceder, que se dan las reflexiones como un eslabón más en la larga cadena de especulaciones para las futuras publicaciones con meras intenciones salariales.
Afirma Guillermo García que la Educación es una Práctica Social, porque por medio de un proceso determinado se transforma una materia prima que recibimos, supuestamente inacabada, y le entregamos a la sociedad un producto final diferente y supuestamente acabado. Para este pedagogo la Educación se da en tres niveles; a saber: A) en el nivel de Hecho, que abarca todos aquellos acontecimientos que circundan la vida y el accionar de los seres humanos en sus relaciones sociales cotidianas; es decir, son aquellos aprendizajes y aquellas enseñanzas significativas que se dan al margen de cualquier sistematicidad. B) en el nivel de Propósito, y como la acepción lo indica, son todas aquellas experiencias que se planifican y ejecutan para cumplir con metas y objetivos previamente establecidos; concretamente, es la educación que se da en instituciones que fueron creadas para esos propósitos y que es impartida por especialistas que adquirieron ese derecho por medio de un certificado; que las más de las veces, es un certificado de poder para el dominio de supuestos “ignorantes”. Y C) en el nivel de Reflexión, entendiendo este tercer nivel como la ejercitación epistemológica que se realiza acerca de las particularidades de los niveles anteriores para producir Teoría acerca de ellos; lo cual conduce inevitablemente a la formulación de cuerpos pedagógicos que se convierten en paradigmas para el fortalecimiento científico de nuestros quehaceres. En concreto, para García, hacer educación al nivel de reflexión, es hacer Pedagogía. Especular sobre los niveles Ay B es producir cuerpo pedagógico.
Si tomáramos como acertada la posición de este estudioso, podríamos concluir que nadie ligado a la educación se escapa de realizar en determinado momento teoría pedagógica; aunque nunca la llegue a formular por escrito como propuesta concreta.
Francisco Gutiérrez prefiere proponernos la educación como una práxis política, entendiendo política como la necesidad de tomar partido frente a la realidad concreta de la Humanidad. En este caso, la práxis nos remite a la relación dialéctica entre práctica y teoría; es decir, que siempre la teoría será el producto de una práctica reflexionada y toda práctica será la resultante de la aplicación de alguna teoría o reflexión. En este sentido, asumimos la educación como un hecho o un acto social concreto e histórico, para el ser humano y por el ser humano; para liberarlo o para esclavizarlo, para desatarlo o para manipularlo. Educarse es politizarse e ideologizarse, es tomar partido en la connotación que señaláramos anteriormente. De tal manera, la educación será liberación y esperanza, o esclavitud mental y laboral.
Freire se refiere a la educación como a una práctica liberadora y humanista, y practicar la libertad es educar al hombre en el amor, la solidaridad y la esperanza. La pedagogía es una propuesta teórica multilateral que promueve la felicidad del ser humano a través de la educación: es profunda transformación individual y colectiva.
En Costa Rica, ya en los años veinte, la joven maestra normalista Luisa González, conjuntamente con Carmen Lyra, entendían que la educación es un acto liberador por medio del cual manifestamos nuestro amor hacia la Patria; afirmaban que la Pedagogía, más que un cuerpo teórico más o menos coherente, debería ser una Guía para la acción que rompa los esquematismos y los reduccionismos mentales que promueve la sociedad del egoísmo. La Pedagogía es la teoría que surge del conocimiento de las realidades sociales y concretas del sistema educativo en todos sus ejes y componentes, que le sirve al educador para orientar su quehacer cotidiano, dentro y fuera del aula. La Pedagogía entonces, no es sólo un asunto que se practica dentro de cuatro paredes; es un asunto de utopías y de incertidumbres.
Si el espacio lo permitiera, quizá podríamos demostrar que todos nuestros más insignes y preclaros próceres de la educación nacional, tuvieron muy clara la diferencia entre la educación y la pedagogía; y en su práctica cotidiana demostraron con acciones claras y concretas sus delimitaciones. La educación para ellos era el acto concreto de las aulas, social y humanista, político e ideológico, acto concreto en el cual se puede echar mano a los más diversos métodos y técnicas para informar y formar al ser humano integralmente. La pedagogía la consideraban una ciencia que teoriza por su propio camino acerca del hecho educativo y propone ideas aisladas o cuerpos de ideas sistemáticas para comprender ese fenómeno y enrumbarlo por caminos predecibles y conscientes.
Omar Dengo, por ejemplo, afirmaba vehementemente que la educación no podría ser jamás como el vientre de una mula, porque esa educación no es capaz de dignificar ni concebir nada. Nótese, en esta analogía, que el maestro clamaba por una educación como proceso de liberación y de esperanza, una educación como sinónimo y expresión de vida. Se puede inclusive especular acerca de una concepción de la educación deificadora, capaz de concebir vida positiva y perfectible: dar a LUZ.
El célebre Emile Durkheim afirmó, hace más de cien años: “ La educación es la socialización de las jóvenes generaciones a través de la experiencia de las generaciones adultas”, es decir; la educación es el hecho social concreto de transmitir la información que las generaciones mayores han acumulado y sistematizado para que las nuevas la asimilen y la adopten. Y “ la Pedagogía, afirmaba, es completamente distinta. No consiste en actos sino en teorías. Tales teorías son modos de concebir la educación, no modos de practicarla. Así, la educación no es otra cosa que la materia de la pedagogía. Esta consiste en determinada manera de reflexionar sobre los asuntos de la educación.” (citado por Lemus, op. cit. Pág, 17) Vemos pues, que desde tiempos bastante distantes, los estudiosos del hecho educativo diferenciaban ambos actos, si se quiere de una manera bastante didáctica; no los enfrentaban.
Para Antón Semiónovich Makárenko, la educación es un hecho social concreto, el cual se ejecuta lejos de las abstracciones metafísicas, y debe servir para organizar al ser humano y ayudarlo a integrarse positivamente a la sociedad, para construir el progreso de todos. Su Poema Pedagógico es una teoría sobre la educación que canta al ser humano integral, ligado a la sociedad y luchando por humanizarla y transformarla en un emporio de justicia. La Pedagogía es, entonces, auto - revolución y revolución.
El maestro ucraniano Vasili Sujomlinski, en su obra “Mi corazón es para los niños”, clama por una educación que sea un acto de amor; amor real por lo que hacemos, y, fundamentalmente, hacia quienes de manera temporal son nuestros discípulos. La pedagogía para él es la expresión teórica y formulativa de un ideario que le sirva al educador de guía orientadora para liberar al niño y al joven; y en ellos, al hombre del mañana concreto y certero; del mañana previsible.
Lemus indica lo siguiente: “Por pedagogía se entiende el estudio intencionado, sistemático y científico de la educación; es decir, la disciplina que tiene por objeto el planteo, estudio y solución del problema educativo. También puede definirse como el conjunto de normas, principios y leyes que regulan el hecho educativo sistemático.” (pág.17)
“Existe, afirma el mismo autor, marcada diferencia entonces entre los términos educación y pedagogía, aquel se refiere a la acción de educar y este a la disciplina que se ocupa del estudio del hecho educativo; el objeto de la pedagogía es la educación. Aún cuando el hecho de la educación es anterior a la pedagogía, esta sirve a aquella de guía y le imprime carácter científico cuando sigue sus normas y cumple sus principios metodológicos. La educación es una actividad práctica y la pedagogía es una actividad teórica; aquella realiza el hecho educativo y ésta especula sobre él. Sin la existencia de la educación no habrá pedagogía posible, pero sin la pedagogía aquella no podría tener significado científico.” (pág.17)
Ahora bien, vale la pena formularnos esta pregunta: ¿ Para qué es importante dilucidar si debemos hablar de ciencias de la educación o de pedagogía, si la práctica, como criterio de verdad, nos indica que es precisamente en las Escuelas de Educación donde se rehuye la reflexión abierta y objetiva? Es en las Facultades de Educación donde se han venido construyendo nichos del saber disgregados y dispersos, que impiden un acercamiento crítico al estudio de todos los aportes hechos a este campo.
La Pedagogía es cambio: ¿ Estamos dispuestos a cambiar algo de lo que hacemos? ¿ Podremos sacrificar algo de lo que nos apasiona y nos enceguece subjetivamente, en aras de un acercamiento realmente científico a nuestro objeto de estudio? ¿ Podremos algún día decir nuestra verdad sin temor a perder las amistades o a ver caras largas por algunas semanas?, ¿ Queremos cambiar?, ¿ Podemos cambiar?, ¿ Habrá aún tiempo para el cambio?, ¿Podremos re – pensar y re – reflexionar nuestro quehacer para re – plantearlo a favor de la Justicia; que al fin y al cabo significa Paz ?
Afirmaba Vinoba Vabhe, una insigne y legendaria maestra de la India, que en Occidente los educadores más que educar manipulamos a nuestros estudiantes; porque le tenemos pánico a los cambios y sobre todo a la inminencia de que algún buen día, el discípulo nos supere. Dice que en Occidente las casas cuando se van a construir ya llevan dos espacios ineludibles; uno para el botiquín y otro para la biblioteca. El primero porque nos enfermamos mentalmente antes que nada, y el segundo, porque el alma se nos ha enfermado de tal manera que buscamos la verdad sólo en los libros; cuando lo cierto es que la verdad nos circunda cotidianamente y no la vemos. Con un sistema educativo así, sólo podremos engendrar súbditos acríticos y sumisos; y en tales circunstancias, el partidario mediocre siempre desplazará al adversario competente.
Quizá para ir concluyendo esta reflexión, valga la pena recordar a Monseñor Iván Illich, educador y pedagogo de mil batallas. En su obra, “El capitalismo del saber” nos asegura que la educación se parece cada día más a una nueva religión, que la escuela es una especie de nuevo templo y que el educador es un nuevo gurú que se interpone por lo general entre la luz de la verdad y el deseo de los educandos por atraparla. Hemos hecho de la educación una nueva religión, fuera de la cual no tenemos salvación; algo así como la fe de bautismo para los conquistadores. Dice Illich que los políticos de los diversos partidismos se han encargado de vendernos a los educadores dos ideas: Por un lado nos ofrecen la Torre de Babel de Rusia, con toda su multiplicidad, su misterio y su debilidad; y por otro nos tienden el Egipto de los Estados Unidos, con todos sus supuestos encantos, sus tesoros ocultos y sus lacras. Nuestros educadores en América Latina a menudo caen en la trampa ideológica de esos ofrecimientos, y por eso es frecuente encontrarlos muy emocionados a favor de alguno de esos paradigmas, o por el contrario, apáticos, vencidos y sumidos en la desesperanza. Pero Illich nos da una tercera opción, que es lo que él denomina, “el camino del desierto”; este es el camino de la confrontación y del choque contra aquellos que han pretendido y pretenden hacer de la educación un emporio de la sumisión y de la esclavitud. Es el camino de las dificultades. El desierto es el sinónimo de las condiciones más duras y más inhóspitas. Es metérsele en el camino a las víboras de la indiferencia y de la manipulación. “ Porque sólo escoge el camino del desierto, aquel que ya fue liberado ”, asegura Illich.
No es entonces la Pedagogía frente a las Ciencias de la Educación en realidad, es la educación como objeto de estudio de la Pedagogía; es la educación como un acto de amor al que nos entregamos en cuerpo y alma; y es la Pedagogía como el cuerpo teórico que nos ayuda a comprender ese amor y a practicarlo sin causarle dolor a nadie.
Mi hijo menor, siendo muy pequeño aún y debido a su afición por los dinosaurios, me explicó hace mucho tiempo que las aves descienden de los reptiles; que entonces fue primero el huevo que la gallina, pero que en realidad eso no importaba porque tanto uno como el otro se pueden digerir.
¿Se beneficiará alguien, si los educadores nos pasamos media vida profesional en toda clase de encuentros tratando de dilucidar quién es quién y desde cuándo, pero sin aterrizar?, ¿A quién, verdaderamente conviene, así planteada, esta polémica ?
La educación en verdad, es un asunto de tal complejidad, que hoy día podría aceptarse que proceden tanto la Pedagogía como las Ciencias de la Educación. Lo realmente significativo, en este sentido, es aceptar que por la propia inercia de los pedagogos, otras disciplinas profesionales han “invadido” con buen suceso nuestra esfera de acción y reflexión; desplazando en alguna medida al Magisterio del protagonismo necesario y urgente. En este caso, podría afirmarse sin egoísmo: cada uno a lo suyo y todos a lo de todos.
La definición más sencilla de utopía que conocemos es aquella que la compara con la línea del horizonte: está ahí enfrente, no sabemos a qué distancia; pero ahí está esperándonos. Para alcanzarla sólo se debe avanzar y desearla con pasión. Aunque después de mucho andar descubramos que aún no hemos arribado…que ella está aún más allá de nuestras posibilidades, pero que se pude alcanzar luchando.
En Talamanca existe el árbol de chonta, que es un árbol maravilloso; tan maravilloso que cuando los más altos y poderosos le tapan la luz, él va desplazando sus raíces hacia los lados como si fueran pies y se traslada de lugar. Su lucha es silenciosa. Su premio es la conquista de la luz.
En griego la palabra entusiasmo significa llevar un Dios por dentro; en tal sentido, el reto verdadero de los maestros y de las maestras ha sido, es y será, descrucificarlo y liberarlo; para que ya sin cadenas ni ataduras, camine victorioso por las aulas y fuera de ellas.


San Isidro de Heredia,
1990

martes, 7 de abril de 2009

DON ISAAC: EL MAESTRO POETA

Don Isaac: el Político, el Maestro… el Poeta Mayor

CLAUDIO MONGE PEREIRA



En la página 38 de su libro “Poesía Reunida”, de la Editorial Costa Rica, 1994, afirma don Isaac Felipe :

“ La vida,
el mundo, fueron creados
- pasado, presente, futuro
y el instantáneo universo de la luz -
por obra de hombre y mujer
- dicho sea en forma breve -
el once de abril de
mil novecientos nueve,
cerca del amanecer. “

Y parafraseándolo, la poeta costarricense Macarena Barahona, en un poema suyo publicado en el suplemento cultural “Áncora “, 22 de setiembre de 1996, nos recuerda :
“ Yo soy,
me llaman soy me digo
issac felipe nacido en Santo
Domingo
una ciudad en medio del campo
una vieja ciudad fuera del tiempo
donde los años antes se medían
por cosechas
y ahora sólo están
las campanadas de las iglesias
y las golondrinas. “
Bella manera para hablar de sí mismos, que probablemente sólo los poetas suelen utilizar, con tal de decirnos que nacieron algún día y en algún lugar: “ cerca del amanecer “ y “ cuando los años se medían por cosechas. “
Nació don Issac Felipe en Heredia, cantón de Santo Domingo, el 11 de Abril de 1909; día en que los costarricenses celebraban el 53 aniversario de la Victoria Nacional contra los filibusteros estadounidenses, comandados por el general Willian Walker. Es decir, nació el Poeta en un día muy memorable, para toda centroamérica. Y probablemente, el hecho de nacer en una fecha tan significativa como la señalada, signará al escritor en alguna medida y para siempre.
Por aquellos días, Santo Domingo de Heredia, era un pueblo de labriegos sencillos dedicados a la producción del café, la explotación lechera y la siembra de hortalizas. Y la familia del Poeta se dedicaba a estas labores, hasta que perdieron sus tierras por una acción leguleyesca, emprendida por un inescrupuloso
“ campesino ” de cuello blanco, pellejo y manos suaves, escapulario al pecho y amigo de rezar el Santo Rosario todas las tardes y mañanas. Justamente esta situación, influyó de una manera determinante, en la vida del futuro Poeta y Educador.
Lo anterior, en cierta medida, se puede corroborar en el poema “ Aquí estuvo mi infancia “, del libro “ Días y territorios“, galardonado con el Premio Nacional de Poesía en 1969 :

“ Aquí sigo aprendiendo la furtiva
cacería del sueño,
en la difusa luz del alba.
Se aclara mi oscuridad y vuelvo a ser el mismo
alumno de doña Ester, don Marcial, don Albino,
que enseñaban a ser buen ciudadano y buen hijo.
Aquí de nuevo está mi padre,
tan lejano, tan duro, tan en ruinas. Quería
que yo fuese abogado
para que peleara por los pobres. “

Se siente en estos versos la sugerencia de un camino de lucha, inducido quizá por el deseo del padre, que había perdido, injustamente, el único tesoro que valora un campesino en toda su dimensión : la tierra… sus tierras. Para un campesino perder su tierra, es como perder su vida; es dejar de ser ; es recibir una herida por donde se desangra la identidad.
Realizó sus estudios primarios en la escuela de su pueblo y la educación secundaria en el Liceo de Costa Rica. Después de concluir estos estudios y siendo muy joven, se marchó para Chile, país donde se recibió de Profesor de Estado y Pedagogo.
Fue profesor del Liceo de Costa Rica por un tiempo, y de nuestra Universidad en la Escuela de Estudios Generales, de la cual fue su Director. Profesor Emérito de esta Casa de Estudios. Académico de la Lengua de Chile y de Costa Rica.
Como Diplomático le sirvió al paìs de Embajador en Chile (1963 - 1967 ) y en la Unión Soviética ( 1982 - 1986 ).
A su regreso de este último país, abandonó las filas del Partido Liberación Nacional, del cual fue cofundador, para enrolarse en las del Movimiento Popular; fundando con otros intelectuales, el Partido Fuerza Democrática. Fue su candidato a la Presidencia de la República. Siendo un hombre de una extraordinaria madurez política y vital, cantó como Martí : “ con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar “. Y a fe que lo hizo de una manera maravillosa y magistral. Renunció a sus privilegios y a sus posibilidades políticas dentro del aparato burgués, para unirse a los más humildes y necesitados; muchos de ellos, campesinos despojados de sus tierras, como su padre.
Político honesto a carta cabal, cosa rara en nuestro medio, nunca usufructúo para beneficio propio, los altos puestos que desempeñó. Tanto en Chile como en la Unión Soviética, desarrollo programas de cooperación recíproca y actuó sin ataduras de ninguna especie. Fue un auténtico promotor de la cultura de los pueblos, y defendió la verdad de los hechos que vio, sin ambages; aun a costas de su propia estabilidad. Precisamente a su regreso de la Unión Soviética es que funda Fuerza Democrática; grato acontecimiento político en un país democrático, tan grato como su regreso de Chile, que se caracterizó por la publicación de su libro “Días y territorios “, Premio Nacional de ese año.
No podría hablarse de don Isaac Felipe sin aludir al tema pedagógico. Quizás ha sido él uno de nuestros más apasionados pedagogos. Maestro por excelencia, de enorme estatura moral y defensor acérrimo de la Educación Pública. Estimó que la educación es un derecho inalienable, y que obstaculizarlo, una de la más viles torpezas. Seguidor de Omar Dengo en lo educativo, fomentó la participación de los educadores en todos los campos de la vida nacional; sobre todo en aquellos que atañen a la vida de los más desposeídos.
Su obra poética ha recibido múltiples galardones, tanto en Costa Rica como en el extranjero. Podemos destacar los siguientes premios:
Premio Nacional de Poesía “ Aquileo J. Echeverría “ en 1964 ( “ Canción “ ), 1969 ( “ Días y territorios “ ) y 1974 ( “Cima del gozo “ ).
Premio Nacional de Periodismo Cultural “ Joaquín García Monge “, 1972.
Premio Nacional de Ensayo “ Aquileo J. Echeverría “, de 1984.
Premio Nacional de Poesía de El Salvador, en 1961, otorgado por el Ministerio de Educación de ese país.
Premio Nacional de Cultura “ Magón “, en 1980, por la obra de toda una vida.
Premio “ Gabriela Mistral “ de Chile, otorgado en el año de 1995.


Obras de Isaac Felipe Azofeifa

Poesía :

Trunca Unidad, 1958.
Vigilia en pie de muerte, 1961.
Canción, 1964, ( Premio Nacional ).
Estaciones, 1967.
Días y territorios, 1969, ( Premio Nacional ).
Poesía, 1972, ( contiene los libros publicados en 1961 y 1969 ).
Cima del gozo, 1974. ( Premio Nacional )
Cruce de vía, 1982.
Poesía reunida, 1994.
Abril me pertenece, 1997.

Ensayo :

Literatura Costarricense, 1947.
Literatura Universal, 1947.
El viejo liceo, 1974.
Don Mauro Fernández, 1974.
Humanismo crítico, 1977.
Guía para la investigación, 1977.
La isla que somos y otros ensayos, 1996.

Periodismo :

Sólo nos limitamos a señalar, que en este campo, don Isaac Felipe ha escrito una cantidad tan grande de artículos, que probablemente un periodista profesional a tiempo completo en un diario, jamás alcance esa cifra. Sólo la columna “ Cruce de vía “, que publicó durante 10 años en la página principal del Semanario “Universidad “, sobrepasa más de cien trabajos.

Don Isaac Felipe Azofeifa, nuestro Poeta Mayor

Culto como pocos, exigente y serio con su trabajo como muy pocos, abnegado y humilde como sólo él. Sabio como los nacidos para brillar con luz propia. Patriota como un Héroe. Sembrador de lo bueno, como el campesino más enamorado de la tierra. Poeta completo, como un planeta virgen y en espera.
Carlos Francisco Monge, en su “ Antología crítica de la poesía costarricense “, ubica a don Isaac Felipe entre los poetas de la “prevanguardia”; generación que para él se identifica por las siguientes características y condiciones :

- “… desarrolló y radicalizó las orientaciones principales del postmodernismo, y al mismo tiempo incorporó a la lírica costarricense unos temas y procedimientos literarios propios del período de vanguardia.
“… establece relaciones directas con los movimientos históricos de vanguardia en Hispanoamérica y Europa… “,
-“… consolida su comunicación con el exterior, y en particular con la ebullición y consecuencias de la vanguardia literaria. Así se inicia una nueva etapa en su desarrollo histórico. - “ … es el resultado de tres fenómenos que la poesía de Costa Rica formaliza estéticamente: las consecuencias ideológicas de algunos cambios históricos que desde 1930 tienen lugar en el
país “.
- “… una visible separación del localismo como tema y como procedimiento literario “.
- “… la introducción de rasgos identificadores de las modalidades de vanguardia “.
- aparición de “ una conciencia de la aceleración de la historia; y la certeza de que el pais vergel y la placidez rural ya pertenecen a un pasado irrecuperable “.
- se inserta más violentamente el tema de la “ciudad”.
- abandono “ de las alusiones al mundo rural “.
- se nota “ un esfuerzo por configurar un nuevo lenguaje. Pese a que la verdadera experimentación formal ( nunca ruptura radical ) es un rasgo propio de las generaciones de vanguardia posteriores, con la prevanguardia se intentan fundar otras maneras en el decir .”
- “… incorporan un lenguaje relativamente novedoso en la lírica costarricense.”
- surge un nuevo rasgo : “… la importancia temática del canto, la poesía, el hallazgo de la palabra nueva con la cual nominar la realidad.”
- “ Se incrementa el uso del verso libre, los procedimientos de elaboración metafórica son cada vez menos convencionales y más cercanos al irracionalismo y la novedad vanguardistas…”
- “…la ampliación léxica referida a las nuevas realidades ( la fábrica, la ciudad, el mercado ).”


Para Monge, los siguientes poetas, conforman esa “Generación de Prevanguardia”: Max Jiménez,, Francisco Amighetti, Fernando Centeno Güel, Arturo Echeverría Loría, Isaac Felipe Azofeifa, Fernando Luján y Alfredo Cardona Peña.


Otros estudiosos de nuestro poeta, como Joaquín Gutiérrez Mangel y Franklin Quevedo, afirman que : “ En sus inicios de poeta se puede ver aflorar una influencia postmodernista, de la que se va despojando gradualmente, especialmente durante su permanencia en Chile, donde a su vez la poesía está impregnada de las grandes vertientes europeas de la lírica contemporánea. Azofeifa bebe esos jugos, los filtra, los transforma y crea su propia expresión, que tan señeros poemas ha dado a la literatura nacional.
Su estilo y expresión podrían caracterizarse por una honda subjetividad, un profundo contenido humano, pleno de imágenes hermosamente sugerentes. El paisaje, la naturaleza, los utiliza en función de su idea poética. Sus sensaciones, sus imágenes, muestran vívidamente las vibraciones, las profundas dimensiones de su espíritu. “


¿ Pero qué dice don Isaac de sí mismo ?… Le damos la palabra :

“ El amor, la muerte, la soledad, la tierra ( no la naturaleza como puro paisaje de fondo, sino lo telúrico ) y el sentimiento de la preferencia a un país, pertenencia entrañablemente vivida en la infancia, en el pueblo natal; la pertenencia a una tradición; y el sentimiento de ser un hombre libre, y el de vivir en un mundo angustiado por la guerra y la injusticia, y por encima de todo el sentimiento del tiempo que huye y el de la poesía que intenta quizá inútilmente asir con dolor este fugaz momento de la existencia del poeta: eso es lo que una y otra vez, en cada libro, en cada renglón de cada libro, he tratado de fijar.”

¨ Lo que yo hago, por ejemplo, es más bien producto de una larga disciplina, de un oficio, de una lectura, de una meditación honda, seria o prolongada de algo. Es otra cosa. Si sale la poesía como está ahí, al final, pues uno se dice “ ¡bienvenida! “, pero uno siente que falta esa cosa espontánea y de buenas a primeras que surge en el gran poeta que es Debravo, en el gran poeta que es Julián. El mismo Brenes Mesén es un poeta intelectual, y el peso de la cultura, de la vida intelectual, de la reflexión sobre la poesía y sobre el tema es más importante que el producto espontáneo. “

“ He pensado siempre que la poesía es una actitud de ir más allá de la realidad: si la poesía no es un trabajo para establecer la trascendencia de la realidad, pues entonces no hacemos poesía, es otra cosa: por lo menos el tipo de poesía que yo pienso. ”

“ Así como lo mío parte de una experiencia muy viva, muy intensa - decía, la modernista - que hace que yo tenga siempre un gran respeto por la palabra misma, un gran respeto por la lengua, que busque en la lengua ya no la palabra que tiene un sonido especial o un brillo de joya y de toda esa cosa que buscaban los modernistas… Pero por esa misma razón del cordón umbilical en el modernismo a mi me preocupa mucho la forma del poema, y que el lenguaje sea un lenguaje que tenga dentro de los condicionamientos del estilo de época, una estructura y una forma finas, de tipo selecto; que haya una especie de selección lingüística, y no tirar la palabra así sencillamente y que vaya saliendo, no. La palabra sí, el ritmo, la armonía, la relación de las metáforas y de las imágenes… Y todo esto va formalizando mucho el poema, es una característica de la poesía que yo hago. Pero eso lo estimo yo como una característica de la actividad, la disciplina dentro de la cual yo me desenvolví, que es el modernismo.
Y yo siempre he pensado que uno lee a Neruda, y en Neruda está el modernista que fue. Es una preocupación por la palabra armoniosa, por la estructura armoniosa, porque el verso vaya siguiendo cierta normatividad retórica… Eso es Neruda en su Canción desesperada.”

“ Yo soy pesimista respecto de lo que significa la poesía y la literatura en general para el costarricense culto. Tienen que pasar muchas generaciones para que de veras la gente empiece a pensar que en realidad vale. Tengo la peor imagen de lo que es la cultura costarricense, en este mismo momento. Fíjate: ¿ qué es lo que a los costarricenses les interesa ? Pues que el muchacho estudie Economía, o que estudie Computación, o que estudie Ingeniería, y naturalmente que todo lo relativo a la literatura parece una cosa muy de segundo orden para movilizar las cosas. Esto es significativo “.

Y así fue este don Isaac Felipe : directo y honesto; sin palabras de más pero sin palabras de menos. Justo y sin cálculos. Abierto y sincero. Valiente.

Y siempre… absolutamente siempre, con una bella sonrisa a flor de labios, para todos.


San Isidro de Heredia, a un mes de la muerte del Poeta Mayor.

martes, 17 de marzo de 2009

¡LA ORIENTACIÓN COMO CARRERA PROFESIONAL

¡LA ORIENTACIÓN ES UNA RED!

CLAUDIO MONGE PEREIRA

Durante muchos años tuve contacto y relación con profesionales en Orientación, esa disciplina que para muchos no es ni psicología ni pedagogía, sino más bien un espacio o encuentro para desahogos momentáneos.

Fui testigo de que las personas profesionales en esa disciplina, con las cuales trabajé por años, se limitaban a ser el paño de lágrimas de todo estudiante que anduviera bajo de pilas. Y en la mayoría de los casos, esos y esas colegas eran simples acatadores de burdas órdenes emanadas de direcciones mediocres o superficiales. Por ejemplo: revisar uniformes, uñas largas o pintadas, pantorrillas expuestas o no, cuidar grupos ajenos, vigilara exámenes, llevar circulares y otras superficialidades por el estilo.

Muchas veces me preguntaba si para esas magras funciones habría que estudiar, porque a uno de los guardas del colegio donde yo laboraba, también le pedían que hiciera alguna de esas funciones. Era muy difícil creer y aceptar que personas “estudiadas” como dicen, aceptaran sin ningún cuestionamiento fungir como simples ujieres de hotel. No entendía cómo ellos y ellas no mandaban al Director o Directora a freír churros.

Me remontaba a mis años colegiales y simplemente no recordaba nada diferente de lo que ahora experimentaba como docente. Sólo hubo una excepción en esos años, y era que una de las Orientadoras que tuve sentía compasión por mí. Nunca escudriñaron las causas de mi juvenil rebeldía. Nunca le preguntaron a mi profesora de castellano y literatura por qué denigraba mis escritos por el tema seleccionado; aunque alabara “la habilidad que usted tiene para escribir”.

Escogí con los años el camino de la Pedagogía, y lo hice plenamente enamorado, sabiendo lo que buscaba. Mi primera meta era llegar a ser un profesor diferente a la gran mayoría que yo había sufrido como estudiante. Ya eso era algo para iniciar una carrera profesional. Tenía parámetros y modelos rechazables, y de ahí en adelante, un mundo para redescubrir y construir paradigmas novedosos.

Quisieron mi destino y mi formación que ejerciera la docencia en la Universidad más prestigiosa de Costa Rica, y en la Facultad que entre otras disciplinas profesionales, forma a las y los futuros Orientadores. Ahí comencé a comprender un poco por qué aquellas personas Orientadoras que describí en uno de los párrafos anteriores, actuaban así y aceptaban esos tristes papeles de gendarme. No me referiré en esta breve reflexión a este asunto palpable en los formadores de Orientadores. Sólo contaré una anécdota verídica. Una vez me buscó un estudiante de esa carrera para solicitar mi intervención en el siguiente asunto. Él, como muchos otros, no había alcanzado cupo en unos de esos cursos requisito, indispensables para poder continuar con el Plan de Estudio. Eso le significaría atrasarse un año entero en su carrera. Y ya su familia le exigía que se incorporara al mercado laboral. Ese estudiante tenía más derecho que otros por el alto nivel que ya cursaba, y como ahora en las Universidades el trato es deshumanizado y se le asigna a las máquinas la solución de esos problemas, pues el estudiante sale perdiendo porque la máquina siempre será burra.

Bajé al piso inferior y busqué al profesor porque lo creía mi amigo y colega; trabajábamos en una facultad “interdisciplinaria”. Lo hice para humanizarle el problema del estudiante rechazado, para explicarle su situación y para demostrarle que él se encontraba en la cola desde mucho antes que otros. Me dije, este colega es Orientador y me comprenderá; se enternecerá cuando me escuche y conozca algo de la vida dura de ese estudiante. Yo siempre he afirmado que los estudiantes son nuestra única razón de ser. El colega me miró como quien mira a un tonto, y con la siguiente frase lapidaria me sentenció: “¡Mirá (y dijo mi nombre)…al estudiante hay que aplastarlo como a una cucaracha. No se le puede dar pelota. Debe pasar por eso para que aprenda!” Algo más iba a agregar pero yo di media vuelta y salí de su oficina. ¿Aprender qué?

No desamparé al estudiante: con él organizamos una lucha legal y reglamentista y la Vicerrectoría respectiva cedió más presupuesto de su buchaca para abrir dos grupos más. Aquel estudiante, hoy profesional de la Orientación, donde quiera que me ve se dirige a mí en términos nobles y amorosos. Aquí presento otro enunciado: aquel profesional de las ciencias sociales que ejerce la docencia o la Orientación y que asegure que no lo hace para que lo amen, está desubicado. Esta es la máxima: ejercer la profesión de tal manera que las personas que sean nuestros sujetos de quehacer nos amen. Así de simple. Trabajar…ejercer para que nos amen.

Pasaron muchos años y cerré mi vida activa docente en la Sede de la UCR en Guápiles, precisamente con estudiantes de la carrera de Orientación. Ese fue el mejor cierre profesional: soñado, idílico, sustancioso. Fue la mejor experiencia para clausurar una carrera dedicada a la Pedagogía. Quise vivir con ese grupo, es decir, con este GRUPO CON MAYÚSCULA, una jornada inolvidable. Mi meta esencial fue que este grupo maravilloso se enamorara perdidamente de su profesión a través del enamoramiento que yo ejerciera con la mía. Y ejercitamos esta tercera máxima pedagógica: ¡Nadie enciende una lámpara para esconderla debajo de la cama! à ¡Gracias Padre Celestial…gracias Maestro Verdadero!

Luego nos adentramos en esta cuarta operación: Nadie cambia a nadie si antes no hemos sufrido nuestra propia transformación interna. Es decir, ¡ recuerdan muchachas…recordás Jefrey!, nadie orienta a nadie, todos nos orientamos en conjunto mediatizados por las circunstancias. Ser o no Ser. Desterrar de nuestro código ético – pedagógico al Cura Gatica: ¡Aquel que predica pero no practica!

Y fue muy bello ser copartícipe de ese entusiasmo que se desató en la mayoría; ese entusiasmo que significa literalmente, LLEVAR UN DIOS POR DENTRO. Y lo más importante: ¡DEJARLO SALIR A LA VIDA…DESCRUCIFICARLO PARA QUE VIVAMOS LA TRANSFORMACIÓN.

Todas y todos comprendimos que sí hay una Misión en esto de querer ser ORIENTADORES y ORIENTADORAS: trabajar y luchar para que el mundo sea más bello, para reconquistarlo y humanizarlo; para mirarlo de una manera diferente y bailar una nueva danza para vitalizarlo y vitalizarnos.

Para cerrar el encuentro desciframos el siguiente axioma: lograr que el Rey filósofo se baje de su trono y comience a ejercer como un Molde maleable. Y lo mejor de lo mejor: lograr que la Arcilla maleable se eleve a la categoría de Discípulo filósofo. ¡Qué maravilla! El Orientador trabajando y luchando desde la base misma, susceptible al cambio y a la transformación; hambriento de aprendizaje en la relación con los demás y poderoso educador para todos. Y el Estudiante, resucitado de su ínfima categoría de barro moldeable, para elevarse a la categoría de Rey pensador; es decir, de aquella persona que debe ser nuestra máxima razón de ser.

Entonces ya nadie le dirá más a una o a un profesional Orientador que vaya a revisar uñas y uniformes; o que vaya a recoger firmas en una circular. Eso habrá muerto como una vieja vaca sagrada.
Recuerdan colegas: ¡Ser como el árbol de chonta allá en Talamanca la indomable! Si otras cosas más voluminosas le tapan su luz…él se desplaza alargando sus raíces. Sabe que el resultado será siempre la conquista de la Luz. ¡Siempre!

San Isidro de Heredia.

LA EDUCACIÓN COMO ACTO DE AMOR

La educación: un acto de amor

Claudio Monge Pereira

Nos hizo comprender, el preclaro Maestro costarricense don Omar Dengo, que economizar en educación es lo mismo que despilfarrar en ignorancia; razones de economía no justificarían tal comportamiento a quienes ejerciendo el poder, le negaran al pueblo el derecho a una educación digna desde la más temprana edad. Hace más de medio siglo que estas aseveraciones fueron planteadas, y es innegable que hemos podido avanzar en gran medida durante ese tiempo; forjando uno de los sistemas educativos más consolidados del hemisferio. Su cobertura y expansión permanente son dos de los elementos que lo caracterizan y nos obligan a vigilar con recelo, la formación de los profesionales del Magisterio Nacional. Es aquí, donde nuestra Escuela de Formación Docente, entra a jugar un papel fundamental de la mano con las otras instancias hermanas de la Educación Superior. Por ello es sumamente importante que hoy estemos reunidos aquí, en este Auditorio de Profesores Eméritos de la Facultad de Educación más antigua del país, para compartir y deliberar acerca de las necesidades, los retos y los desafíos, de la población menor de cinco años.
En el nivel discursivo aceptamos que todos los ciudadanos de este país tenemos derechos, y que las instituciones del Estado están llamadas a salvaguardarlos y fortalecerlos cotidianamente. No obstante, cuando se trata de la población infantil, no siempre esto se cumple.
Cada día son más y más, los niños y las niñas que deambulan por las calles de nuestro país desarrollando trabajitos ocasionales o simplemente pidiendo limosna. Prácticamente ya no existe una sola esquina, calle o parque, donde no se vea a menores de edad estirando la mano para pedir o para ofrecer un lapicero o un chicle por cien colones. Y esto duele, porque mientras algunos se dedican a saquear las arcas de los bancos estatales o de las instituciones de bienestar social, este ejército crece como una muchedumbre silenciosa que le pasará la factura a la sociedad costarricense con creces. Porque aquellos seres humanos que vivieron y crecieron en ambientes deficitarios, desarrollarán heridas difíciles de curar. Y si se curan, sus cicatrices siempre serán una bomba de tiempo, susceptible para explotar al mínimo desaire.
Aseguraba José Martí, el de Nuestra América, que la instrucción tiene su relación directa con el conocimiento, y que la educación por el contrario, establece su vínculo con los sentimientos. Pareciera que los modelos positivistas que se han pretendido implementar en nuestro país en los últimos tiempos, han intentado fortalecer una tendencia hacia el academicismo y el memorismo libresco, con lo cual se ha debilitado en gran medida la formación humanística de nuestros estudiantes. Esa tendencia enfermiza hacia la realización de pruebas cognoscitivas permanentes, ha dejado de lado la reflexión acerca de los derechos inalienables de los seres humanos. Se ha dejado de hablar del derecho a la ternura, del derecho a la felicidad, del derecho al abrazo, del derecho a la palabra encantada y encantadora, del derecho al entusiasmo, del derecho a la esperanza; en suma, del derecho a las utopías. Ese reglamentismo, obtuso y cuadrado, nos ha llevado a erigirle al verbo prohibir un pedestal en las aulas nacionales..
No hace mucho tiempo, que desde el estado mismo, se intentó negar el carácter científico de la formación inicial mediante la universalización de los llamados “Hogares Comunitarios”. Gracias a la lucha de las Universidades Estatales, se comprendió que no se debe confundir un servicio comunitario, innegablemente útil, con la formación inicial científica de las niñas y los niños menores de cinco años. El haber demostrado que esta debe recaer en el ámbito de la acción de profesionales debidamente capacitados y preparados para ello, en el plano académico y en la esfera ético - moral, constituye un logro muy importante para nuestra población; entre otras cosas porque rompe con el esquema de que los pequeños y las pequeñas de las zonas urbanos – marginales deben permanecer con madres temporales en cuartos de tres por tres; mientras los de mejores recursos económicos lo hacen con profesionales altamente capacitadas por las universidades y en espacios propicios para el deleite, el bienestar y la felicidad.
Aseguraba el propio Martí, que tan detestable es un pueblo que subyuga a otro pueblo, como aquel que es esclavo de sí mismo. Por lo tanto, me permito decir, que el trabajo que hoy se desarrollará aquí, es un eslabón muy importante en la cadena de acciones tendientes a dignificar la vida de nuestra infancia. Sus derechos, más que discursos y ponencias, se vivencian en la práctica permanente de la construcción social y la lucha por establecer una sociedad justa y digna, en la que la palabra mercado deje de ser la razón del desarrollo; y por el contrario, se practiquen la solidaridad, la cooperación y el amor.
La educación es un acto ineludible de amor, y en ese acto estamos involucrados los estudiantes, la familia y los educadores. Es un proceso integral, dentro del cual, el amor es la levadura que le permitirá crecer sin complejos a todos los Seres Humanos. Aquí el amor es la clave o la llave que permite abrir las puertas, no sólo del conocimiento y del saber, sino también de la liberación mental y espiritual; de la justicia económica y social, de la participación política decente, de la solidaridad y la paz; de la defensa a ultranza del Universo incluida la Madre Tierra; de la tolerancia, el respeto hacia las diferencias y la colectivización de las soluciones a los problemas de las mayorías explotadas de la Sociedad que habitamos.
La educación, se ha dicho y se ha escrito, es un arma; pero debe acotarse que en manos de mediocres y de arribistas casuales, es un arma peligrosa. Por ello, es preferible reafirmar como lo señalaran insignes educadores y educadoras del calibre de don Omar Dengo, Carmen Lyra, Luisa González, Talía Rojas, Carlos Monge Alfaro, Joaquín García Monge, o Paulo Freire, que la educación es un instrumento. Y un instrumento nos recuerda una pala o un azadón, un pico o un rastrillo, un martillo o un serrucho, una llave francesa o una inglesa. Un instrumento se utiliza para construir. La Educación es construcción y la construcción es eufórica, es decir, es alegre, dichosa, propositiva, asertiva, creativa, entusiasta y amorosa. La Educación es un Poder, y el poder concebido y aplicado con justicia social y moral, es la esencia que debe alimentar a las educadoras y a los educadores. Este es el eje espiral a través del cual gira, desde la base hasta la cima, la consecución de una Patria dignamente pacífica y educadora; capaz de ofrecerle a la Humanidad Seres Humanos honrados, trabajadores, optimistas y eufóricos.
No existe Educación neutral, por ello no hay Escuelas ni aulas neutrales. Lo anterior nos indica que tampoco el Magisterio pueda serlo, y estas aseveraciones nos conducen a reafirmar que la Pedagogía debe tomar partido a favor de aquellas propuestas que la humanicen y la propongan como una guía para la formación de ciudadanos constructores de espacios democráticos en permanente perfección.

Propongo la Pedagogía del Amor y del Entusiasmo como la alternativa posible y probable para la transformación educativa de nuestra Sociedad. En ella siempre estará primero el Ser Humano, es decir, la Humanidad creada a imagen y semejanza de Dios. Esta Pedagogía es valerosa y eufórica, desata al Dios que todos llevamos adentro y lo deja transitar por los caminos de la Educación, sea esta formal o informal, a nivel de hecho o de propósito. En ella los educadores y las educadoras son poetas verdaderos, o sea, auténticos ingenieros del Alma y de la Mente. Reconocen que alrededor sólo tienen el desierto y toman la decisión consciente de atravesarlo, porque ya saben que solamente lo atraviesan quienes ya son libres y que el resultado es, la liberación de todas las cadenas que impiden el florecimiento de un Reino de Amor y de Justicia.

Afirmaba el gran educador ucraniano, Vasili Sujomlinski, que su corazón era para los estudiantes. En la Pedagogía que proponemos, debemos declarar que nuestro corazón es para la Humanidad Estudiantil, para la Familia, para la Comunidad, y para una Patria en la que los remordimientos de consciencia no sean el pan nuestro de cada día. Una sociedad justa y noble: ¡Orgullosa por haber conquistado la dicha a través del esfuerzo colectivo!

San Isidro de Heredia.

EL RELOJERO DEL SUR

EL RELOJERO DEL SUR

CLAUDIO MONGE PEREIRA


De la manera tan natural que papá aceptaba el fin de las cosas y de los procesos, un buen día aceptó que ya sus años y sus crujidos no le permitían continuar siendo zapatero, por eso, ordenadamente guardó sus viejas y originales herramientas después de limpiarlas. Papá las limpiaba cada día después de su jornada, pero esta vez yo percibí algo más en sus ojos y en sus movimientos: en verdad las acariciaba como sólo se hace ante las despedidas definitivas.

Recuerdo cuando él me contó cómo las adquirió. Yo era aún escolar y amaba mirarlo desatando sus destrezas con ellas. Para mí él jugaba y se divertía haciendo maravillas con el cuero. Papá no deseó que nosotros fuésemos zapateros, pero cuando uno lo miraba trabajando notaba el amor que ponía en su labor. Él quiso que fuéramos profesionales y por ello sólo manipulábamos las herramientas cuando salía a su recreo cotidiano al billar de la Cañada, o al negocio de su amigo de juventud Paúl; allá al costado Norte del Mercado Central…casi llegando a la esquina NE.

Habrá mucho qué escribir acerca de lo que significó la zapatería de papá para nuestras vidas, y esa tarea me la prometo para uno de estos días, cuando ya ese oficio casi fue desaparecido por el gran capital y el mercado; avasalladores de toda dignidad humana.

Lo cierto es que mi viejo empacó sus herramientas y las guardó en un cajón que él mismo manufacturó, porque además papá le hacía a casi todos los oficios artesanales: ebanistería, carpintería, fontanería, electricidad, albañilería, pintor de brocha gorda y todo oficio útil para la vida de la sociedad. En nuestra casa si que jamás se necesitó un marido de alquiler: cuando “maguiver” apenitas iba, ya mi viejo venía de regreso. Andaba ya por los setenta años y aquellos martillazos sobre la vieja pata alemana de hierro, le estremecían su noble corazón y le maltrataban probablemente los muslos que otrora fueran vigorosos. Desde sus catorce años había sido zapatero. Atrás quedaban 56 años de oficio ejercido con nobleza y honestidad para los demás. Durante más de medio siglo reparó con amor lo que otros destrozaron. En ese tiempo, entre martillazo y cuchillo curvo sobre las suelas, nacimos sus once hijos.

Al día siguiente papá salió temprano de casa y regresó hacia el medio día cargando una bolsa de manigueta; aquellas bellas bolsas amigables con el medio ambiente y con nuestro estómago. Pero en esa ocasión papá no sacó tosteles ni maní ni nada de sus mágicos fondos. No sacó nada y sólo la guardó. Por la tarde dispuso sus herramientas caseras de hacedor y construyó una mesita muy corronga, toda bonita ella, pero muy diferente a las mesas que él mismo hacía para su oficio de zapatero: era más alta y tenía una especie de barreritas al frente y a los lados. Se construyó un banco más alto de lo habitual, todo de madera y no como los de zapatería, cuyo asiento era de cuero completo o de cuero en fajas trenzadas como en un pastel. Colocó una bombilla colgando del cielorraso, cuya luz cayera directamente sobre la mesita y no se desperdiciara nada. Además, a un lado, dispuso un estuche de lona caqui amarrado con cordones verde musgo y tres lupas de distinto tamaño. Papá iniciaba así una nueva etapa en su vida…la última batalla de un obrero.

Nuestra casa era pequeña, construida por el INVU cuando esa institución todavía tenía un estatuto de dignidad; era pequeña porque nosotros éramos muchos. Entonces todo se escuchaba de tabique por medio, por eso la noche de ese día, yo oí cómo papá descargaba el misterioso cargamento de la bolsa de manigueta sobre la mesita corronga. Me dormí soñando qué sorpresa tenía mi viejo para la mañana siguiente.

Eran relojes. Muchos relojes de todos los tamaños. Brazaletes de metal y de cuero. Sin brazalete. Color oro y color plata. Caminando y detenidos. Gordos y delgados. Grandes y chiquitos. Redondos, cuadrados y rectangulares. Relojes y más relojes…¡Muchos relojes! Los había comprado “de a puño” en el refuego, allá por la vieja cocacola, donde casi todo era posible.

También tenía lentes y varios monóculos de aluminio y de plástico, pinzas diversas, desarmadores chirrisquitos, unos martillitos de ensueño, alicates de punta, un cuchumbito de aceite y otras corronguras. Siguiendo su acostumbrado estilo de hombre muy ordenado y pulcro, todo lo tenía dispuesto sobre una franela blanca.

Pasó varios días como chiquillo con juguetes nuevos, armando y desarmando relojes, aprendiendo a sostener el monóculo con los músculos de sus párpados y sus cejas. Y se hizo relojero, el relojero del Sur…de los Barrios del Sur quiero decir: la Kennedy, la López Mateos, Paso Ancho, Luna Park, Sagrada Familia, la Quince, Hatillo Uno, la Verbena y hasta del recién fundado Aguantafilo. Ese era mi Viejo ahora. Un relojero a los setenta años y hasta que murió. Aprendió bien su oficio y lo disfrutó, y con él, un nuevo metalenguaje intrínseco a los relojeros del mundo. Y lo hablaba como el campesino desplazado que aprende el lenguaje extranjero de la ciudad; pero sólo al principio, porque luego amplió su vocabulario hasta el grado de ser un habitante más de las esferas del tiempo.

Su fama se extendió por esos barrios y la gente lo buscaba para que les repara sus relojes: papa era ahora un relojero reparador. Y lo hacía muy bien y con pericia. Sus ancestrales hábitos de habitante respetuoso del planeta y del Universo, le permitían ver la utilidad de todas las cosas, por ello era un excelente reparador. Es decir, un magnífico caballero de la Naturaleza y de la Sociedad; o sea, de la Humanidad.

A la par del nombre de Paúl que ya escuchábamos de vez en cuando, comenzamos a escuchar otro que mi Viejo pronunciaba con mucho respeto: don Julio Fernández. Y así, humilde como era, papá dejaba que se viera una especie de orgullo en él cuando decía que venía de la Relojería de don Julio Fernández. Don Julio me dijo. Don Julio dijo. Don Julio me recomendó. Esta revista me la dio don Julio. Don Julio Fernández ya era como un habitante más de nuestro reducido mundo de familia de la clase trabajadora.

Al tiempo papá vendía relojes nuevos a pagos y yo sentía que mi Viejito progresaba aún a esa edad. Ya casi se arrimaba a los ochenta. Nunca le pregunté cómo hizo para prosperar porque él siempre fue revolucionario, de los que miran sólo para arriba y hacia adelante. Lo cierto es que hasta se compró un carro nuevo a medias con uno de sus yernos y viajaron a Panamá varias veces a comprar mercadería. Un día se cansó y le dejó el negocio a mi cuñado. Poco después murió, después de pronunciar mi nombre y decirle a mamá: “¡Dora…yo creo que hasta aquí!” Le agarró la mano a mamá, se la besó, cerró sus ojos negros y se fue.

Hoy me senté a escribir estas notas como quien no quiere la cosa, motivado por un mensaje de correo electrónico, firmado por doña Flora Fernández. Ella me envía una copia de la entrevista que le hizo un periodista de la Nazi, en la cual describe parte de su Historia Familiar. Desde que nos juntamos a soñar que podemos derrotar al neoliberalismo salvaje y seco, recibo muchos mensajes por ese medio. Muchos son de doña Flora, a quien no tengo el honor de conocer. La he leído muchas veces y reenvío sus atinados mensajes a mis amigos y familiares. La he leído como hoy, sólo que hoy fue diferente, porque hizo que este Corazón que sigue clamando No a la venta de mi Patria, hiciera puchitos de sollozos al recordarme a mi Viejo. Me imaginaba al abuelo de doña Flora allá por la iglesia de la Soledad y miraba otra vez a mi Viejo con su bolsa de manigueta repleta de cuerpecitos de tiempo y de esperanzas. Llenita de sueños como a él le gustaba. Sólo que don Julio abuelo apenas comenzaba a vivir y mi padre ya iniciaba su regreso al Mundo de la Justicia.

¡Gracias doña Flora Fernández! Ahora estoy seguro de que su padre y el mío fueron amigos. Ahora tengo la certeza, después de saborear su entrevista, que don Julio Fernández le tendió su mano solidaria y noble a mi papá; a mi amado Viejo…al Relojero del Sur.


San Isidro de Heredia, 7 de junio de 2008-06-07
Casa MONHER.

martes, 9 de diciembre de 2008

PARA DOMESTICAR TE HEMOS DEFORMADO

¿CUÁL CRISIS?

Claudio Monge Pereira

Los ideólogos de la chupocracia dominante y sus medios de comunicación masiva, sistemáticamente colocan al Sistema Educativo en la picota, por obra y pensamiento de sus intereses particulares. Esa clase social y sus estamentos, sabiendo que la calidad actual del Sistema les sirve, orquestan campañas hipócritas para buscar, supuestamente, su mejoramiento. Hablan, escriben y hasta berrean acerca de su visión de la calidad de la educación “nacional” y de la gestión de los trabajadores del Magisterio Nacional, ante las cámaras y en las páginas preferidas de los diarios nacionales; la mayoría de las veces sin fundamento real.
Exigen que se endurezcan las pruebas nacionales y aseveran que eso es una necesidad para detener la hemorragia de ignorancia que está desangrando al pueblo costarricense, a través de la mala utilización de sus impuestos. Piden volver a las clases magistrales exclusivamente, reconstruir aquellas viejas y repugnantes aulas con tarima para que el docente mire desde la altura de su sapiencia el enanismo cultural de sus alumnos. Vociferan para que se endurezca la mal llamada disciplina, ya que con ello los alumnos serán ciudadanos útiles, operativos, pragmáticos, domesticados y globalizados. También algunos sabihondos, que no son lo mismo que sabios profundos, se mofan de los pedagogos de hoy desacreditándolos a la ligera y superficialmente; refiriéndose despectivamente a la Pedagogía Crítica y a su didáctica democrática y achacando, al fin y al cabo, todo el problema a la “mediocridad” de los educadores y de las educadoras. Dicen que el Magisterio Nacional, sólo piensa en su estómago y en su pensión y no en el supuesto apostolado que debe ser su ejercicio; aunque lo ejerza desnutrido, en harapos, cargado de deudas económicas eternas y amparado por un reconocimiento social ficticio e hipócrita.
Para analizar qué sucede con la Educación del país, es necesario ser claros y precisos, porque en la pedagogía - ciencia y arte - todo es diáfano y cristalino si lo observamos y analizamos desde las entrañas del gigante dormido. Son cientos de años de experiencia acumulada para pensar y actuar tan ingenuamente como la elitocracia impone.
Los Sistemas Educativos y su Magisterio, cumplen en toda sociedad cinco Funciones vitales para su existencia, entre otras. A saber, esas funciones son la ideológica, la política, la económica, la social y la cultural.
Resumidamente se puede definir cada una de ellas de la siguiente manera:
a- IDEOLÓGICA: Transmitir para su reproducción, el sistema de valores construido por la clase dominante; es decir, su ideología. Esto es un imperativo de su hegemonía para la reproducción de sus privilegios y formas de concebir el mundo.
b- POLITICA: Bombardear al ciudadano-educando con los preceptos políticos que constituyen la plataforma operativa de la ideología dominante, bajo la aparentemente inocente premisa de su infalibilidad. El mejor sistema es el que ellos magnánimamente le ofrecen a las masas para su bienestar y felicidad.
c- ECONÓMICA: Formar todos los cuadros, técnicos y profesionales, que ocupa la clase dominante para reproducir su dominio económico y garantizarse esas necesarias relaciones de producción que profundizan, cada vez más, las brechas entre la minoría egoísta y las mayorías necesitadas y despojadas de lo esencial.
d- SOCIAL: Adaptar al ciudadano-educando para que viva de acuerdo con las normas, preceptos y papeles que la clase dominante crea para ellos; jamás prepararlo para conmocionar ese marco jurídico – religioso; en suma, ideológico y político que lo mantiene “domesticado”.
e- CULTURAL: Transmitir los conocimientos y la cultura que la clase dominante y su hegemonía, consideren indispensables para reproducir esta (su) sociedad y ese (su) estatus quo que a ella engorda, atipa y envalentona.
Cualquier educador o educadora, consciente o inconscientemente cumple con estas funciones, y no puede salirse por ningún agujero de esta situación descrita, porque el mismo sistema posee los mecanismos para reprimirlo, alinearlo o expulsarlo.
Ya no es un secreto que los profesionales más mal pagados son los del Magisterio Nacional, aunque hayan invertido en sus estudios la misma cantidad de años y esfuerzos que un médico, un odontólogo o un ingeniero. El reconocimiento social para el educador y la educadora es pura y repugnante retórica política. Es difícil negar que un servidor mal pagado, mal alimentado, vestido como un cromo durante todo el año; sin recursos didácticos, vendedor de rifas, de ropa y de cosméticos; cliente de varios autobuses al día, caminante de cuanto camino haya para llegar a una escuelita o colegio; asiduo viajero a Golfito, víctima de la inhumanidad con que es tratado muchas veces en el propio Ministerio de Educación Pública; y por si esto fuera poco, casi colega de aquellos educadores del Imperio Romano que recibían su salario 25 años después de haber iniciado su servicio; teniendo que empeñar sus utensilios, las joyas de su mujer y hasta pedir la comida a crédito en la fonda más cercana.
La educación del ciudadano-educando es algo que nunca ha estado al margen de las esferas políticas: le sirve a la clase dominante para perpetuar su poder y reproducir su conciencia. No es necesario efectuar pruebas para darnos cuenta que mucha gente en Costa Rica escribe caballo con ¨k¨ e ingeniero y educación con ¨h¨; de lo cual se poseen pruebas gráficas.
Si evaluáramos absolutamente todo el currículo de la educación nacional, nos encontraríamos con ¨sorpresas¨ más que increíbles. Sin embargo, esto no ha de extrañarnos en una sociedad como la nuestra, donde la hegemonía que prevalece no quiere ciudadanos inquietos, reflexivos y críticos.
Es ya famosa la frase de un ex presidente de la República en el sentido de que este es un país de “domesticados¨. En la Escuela se mata o aniquila cualquier intento de creatividad revolucionaria, porque las estructuras del Sistema Educativo son tan rígidas que quienes hagan caso omiso de ellas, pueden perecer rápidamente; aislados y vigilados como sujetos infiltrados y peligrosos.
Formamos ciudadanos sumisos, apáticos, desinteresados, egoístas, despreocupados, indiferentes, miedosos, acríticos, conformistas, incrédulos, débiles cultural y físicamente; en síntesis: ¨domesticados¨.
Vale la pena entonces, formularnos la siguiente pregunta: ¿A quién le sirve este tipo de ciudadanos y ciudadanas?, ¿Para qué tipo de Sociedad ellas y ellos son útiles y utilizables? Por supuesto que le sirve a nuestra clase dominante y a sus repugnantes privilegios, clase que no quiere cambios ni modificaciones estructurales y por ello sólo se refiere a lo sumativo; desde el punto de vista de la evaluación tradicional conductista. Tener ciudadanos inquietos, críticos y pensantes, significa que las cosas no seguirían como están por el resto de los siglos y el Ser Humano seguiría su ascenso innato hacia las transformaciones y los cambios dialécticos pensados.
El reto de todos los educadores y de todas las educadoras es comprender estas reglas del juego y asumir posiciones a favor de los cambios estructurales. De lo contrario, hacer pruebas rudas y secas cuyo contenido se olvida unas horas después de aplicadas; además de reprimir todo intento y deseos de transformar esa situación, será el premio a su descolorido quehacer y su desteñido futuro pedagógico.
Mientras tanto digamos... ¿Cuál crisis, señoras y señores de la oligarquía plutocrática?

Agosto de 1977