UNA ASAMBLEA EN EL TALLER DEL MAESTRO CARPINTERO
versión de: Claudio Monge Pereira
Cuentan que en la Carpintería hubo una vez una interesante Asamblea. Fue una reunión en la que participaron todas las herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la Presidencia. Pero la Asamblea le notificó que tenía que renunciar en el acto. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además, se pasaba el tiempo golpeando a diestra y siniestra.
El martillo aceptó el supuesto defecto que se le estaba achacando, pero pidió que también fuera expulsada la garlopa de inmediato. ¿Por qué? Porque hacía todo su trabajo superficialmente. Jamás hacía nada con profundidad.
La garlopa aceptó a su vez, pero pidió la expulsión del tornillo. Adujo que permanentemente había que darle muchas vueltas para que al fin sirviera de algo.
Ante esta observación, el tornillo aceptó también. Pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
La lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se pasaba midiendo a los demás con su propia medida; como si fuera el único perfecto.
Se encontraban en eso, cuando entró el carpintero: se puso el delantal y fue a su banco de madera para iniciar el trabajo cotidiano. Utilizó el martillo, la garlopa, la lija, el metro, tornillos y otros instrumentos y recursos más que no tuvieron chance de intervenir en la Asamblea que se realizaba .
Al cabo de un proceso de trabajo con buen ritmo, excelente tono y amor comprobado, la humilde madera inicial se transformó en un bellísimo mueble.
Cuando el Taller de Carpintería quedó nuevamente sin la presencia del Maestro Carpintero, la Asamblea reanudó la deliberación justo en el punto en que había quedado el elegante metro. Entonces tomó la palabra el viejo serrucho, campeón de cientos de batallas para cortar la madera por más dura que esta fuera; tarea que realizaba cantando su triste melodía porque estaba convencido de que la madera se sentía mejor en el árbol; y dijo: "Ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el Maestro sólo trabaja con nuestras cualidades y virtudes. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos débiles y concentrémonos en la importancia de nuestras cualidades buenas y útiles para el prójimo".
Todos los participantes en la Asamblea descubrieron entonces algo que siempre habían tenido a la vista, y que por debilidades aprendidas en los momentos de ocio sin dignidad, no habían sido capaces de mirar: ¡ Qué el martillo es fuerte y contundente y que la garlopa es precisa y eficaz! Se dieron cuenta de que el tornillo tenía la inigualable habilidad para unir y dar fuerza a la nueva unión; y que la lija es especial para afinar situaciones y eliminar asperezas. Y observaron que el metro era preciso y exacto como el Gran Maestro.
Se sintieron entonces como un equipo capaz de ayudar a producir cosas de calidad y de utilidad para los demás. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de poder trabajar unidos en equipo, sin detenerse a mirar las necesarias debilidades de los otros. Aprendieron la más importante de las lecciones: hacer el bien sin mirar a quién, dar sin esperar nada a cambio, olvidarse de la paja en el ojo ajeno y no dejar de sentir jamás la viga en el propio. El Maestro Carpintero les enseñó que el trabajo lo dignifica todo, que la acción de todas las cosas tiene un lugar en el tiempo y en el espacio. Supieron que nada es de por sí y que nada es simplemente porque si. Las casualidades no existen: todos tenemos nuestro tesoro y nuestro arco iris.
Y quizás, lo más destacable de toda la situación que acababan de experimentar, fue el hecho ineludible de haber adquirido una nueva conciencia:
¡Qué cuando nuestras palabras no sean mejores que el silencio, es mejor no pronunciarlas! , ¡Qué fuimos concebidos para la creatividad y que ésta sólo es útil cuando su proyección es colectiva! , ¡Qué aquellas tareas cumplidas con amor, por más insignificantes que parezcan, forman parte del Gran Concierto Universal y nos engrandecen para la honra de nuestro Creador!
NOTA:
Claudio Monge Pereira le quedará agradecido en gran medida si Usted se apropia de esta reflexión y la hace suya. Usted puede utilizarla con absoluta libertad, reelaborarla y reconstruirla: ¡Hágala crecer sin límite y déjela que ella llegue hasta donde el Maestro Carpintero lo desee!
¡Qué cuando nuestras palabras no sean mejores que el silencio, es mejor no pronunciarlas! , ¡Qué fuimos concebidos para la creatividad y que ésta sólo es útil cuando su proyección es colectiva! , ¡Qué aquellas tareas cumplidas con amor, por más insignificantes que parezcan, forman parte del Gran Concierto Universal y nos engrandecen para la honra de nuestro Creador!
NOTA:
Claudio Monge Pereira le quedará agradecido en gran medida si Usted se apropia de esta reflexión y la hace suya. Usted puede utilizarla con absoluta libertad, reelaborarla y reconstruirla: ¡Hágala crecer sin límite y déjela que ella llegue hasta donde el Maestro Carpintero lo desee!
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